¿Por qué la vida nos frena? Cuando contaba con 17 años, a un mes de la selectividad (prueba de acceso universitaria, vigente en 2004 en España) mi padre sufrió una angina de pecho, lo que siento influyó para no poder acceder a estudiar la carrera de Medicina. Mi nota para poder acceder bajó, cuando permanecía siendo buena durante todo el curso para poder acceder a la universidad. Me quedé a las puertas. por unas décimas no entré. No hubo manera, y a día de hoy lo comprendo, y creo que no puedo ser más feliz de que aquello sucediera así. Probablemente no estaría aquí escribiendo esto, ni levantando un proyecto gigante. Aquello fue una clara señal de «dirección prohibida».

Imagen de Ebael.
Además de eso, tal vez vibré bajo, tal vez no me preparé lo suficiente, o tal vez el sistema educativo y sanitario sólo valoraba ferozmente la capacidad para resolver tests y exámenes puramente escritos (y no prácticos) y EXCLUSIVAMENTE MENTALES.
Sin embargo, EN NINGÚN MOMENTO EL SISTEMA VALORABA LOS DONES O TALENTOS DE LAS PERSONAS CON VOCACIÓN, como puede ser la empatía, la asertividad y la inteligencia emocional y energética. Al igual que muchos, pese a la vocación, nos quedamos fuera.
El caso es que eso no importa. Curiosamente, el mismo sistema al que yo intentaba acceder, permaneció metiendo miedo a mi familia y a mí durante todo aquel año, ALEGANDO CONTINUAMENTE QUE «MI PADRE PODÍA MORIR», de modo que VIOLARON el libre albedrío que mi padre con el tiempo me mostró podía escribir su «destino», consciente o inconscientemente.

Imagen de Ebael.
A los pocos años, siendo ya enfermera, en un año sometieron a mi padre a cinco operaciones porque aquejaba de dolores cardíacos sin hallar solución. Evidentemente, ahora comprendo que no hallaran solución, porque más allá del campo físico el sistema no sabía lo que estaba haciendo. Mi padre, fue medicado durante trece años, a base de químicos, entre los que figuraba varios opiáceos que lo convirtieron en una persona muerta en vida. Sin contar los bruscos cambios de humor, unido a su nivel de incomprensión con respecto a muchas cosas y su dolor, junto con circunstancias evolutivas del resto de miembros de la familia, incluida yo, se creó enormes conflictos en la familia. EFECTOS SECUNDARIOS DEVASTADORES EN LAS FAMILIAS QUE NO APARECEN EN LOS PROSPECTOS, CUYO IMPACTO EMOCIONAL MUCHAS VECES DE POR VIDA ES TAL, QUE GRAN PARTE DEL PERSONAL QUE LO RECETA NO TIENE EN CUENTA.
Mi padre me enseñó a perder el miedo a la muerte, a su muerte. Y con ella, la muerte en sí misma. Hay personas que tienen miedo de que suceda algo, y al final ese algo termina pasando. Pues mi padre y yo aprendimos a confiar, porque a veces lo que más tememos, no termina pasando.
A día de hoy mi padre sigue vivo, y la fortaleza de nuestras almas ha sido mayor. Eso sí, el entrenamiento para todos es duro. Ahora, he aceptado.
Debo decir, que A DÍA DE HOY, PESE A LA ADVERSIDAD DE MIS CIRCUNSTANCIAS ACTUALES, me alegro de no haber accedido a aquel SISTEMA de trabajo que TANTO anhelaba entonces, y tanto me rechazó continuamente durante años y por todas partes. Aún cuando he trabajado con personal médico, y demás sanitarios maravillosos, y con una competencia y profesionalidad brutales (otros todo lo contrario y sin vocación, está claro) y he trabajado como enfermera, SIENTO QUE HAGO LO CORRECTO Y SOY MÁS FELIZ. El sistema sanitario me mostró con el tiempo, el trato que da no sólo a pacientes, sino a trabajadores, dejándome desahuciada y de lado en cuanto acabé enferma.
Y eso me dio la fortaleza para hacer lo que hoy hago. Durante diez años se me cerraron todas las puertas para estudiar Medicina. No hubo manera. Podría lograrlo, sí. Pero ahora entiendo. Así debía ser. Desde aquí puedo ayudar más a los médicos que habiendo estudiado Medicina oficial, pero me preparé para la medicina natural. Creo que de este modo he logrado lo que quería y más: comprender el cuerpo humano, la existencia, y ayudar a las personas desde una amplia e integral perspectiva de entrega y filantropía. Y no dejo mi labor como sanitaria, empleándola a través del proyecto que estoy haciendo. Era la vía más rápida y de otro modo no creo que lo hubiera hecho, o al menos no habría ido tan directa. Y yo que pensaba que había dado tumbos, realmente estudiar enfermería era la vía más corta y directa hacia mí misma, la novela y el cine. De lo contrario hubiera tardado incontables años en estudiar Medicina, una especialidad, trabajar y… En fin. Necesito llevar todo esto que llevo dentro y que canalizo a cada instante al cine. Ese es mi camino. Hoy lo sé.
La vida es muy lista, sólo hay que seguir las señales que nos va dando.

Imagen de Ebael.